Paso las vacaciones en un camping en la sierra de Urbión, al lado de un pueblo montañés llamado Covaleda.
La semana pasada presenciaba junto con mi mujer y mis hijos una escena que refleja muchas de las diferencias entre la vida en un ambiente rural con respecto a un ambiente urbano y sobretodo el comportamiento de las familias de un tipo u otro.
Estábamos en un parque cerca del camping sentados mientras mis hijos jugaban, cuando en el prado de al lado, donde normalmente a esa hora de la tarde unos 8 caballos pastan tranquilamente, había unos 14 chavales, todos chicos de unos 10-12 años, estaban con palos dirigiendo a los caballos de un lado para otro hasta que los sacaron del prado y los animales se fueron a otra parte del monte. La escena nos parecía cruel ya que los caballos trotaban, galopaban y relinchaban, y los chavales estaban “disfrutando”.
Las familias que estaban con los chavales estaban más alejadas que nosotros pero dentro del parque viendo la escena pero sin decir nada y sin darle importancia.
Una vez que el prado estaba libre de caballos, pudimos comprobar el porqué habían sacado a los caballos del prado, se pusieron a realizar una pingada del mayo. La pingada del mayo se trata de colocar un pino recién talado sobre un agujero y que se mantenga sin caerse. En la imagen se ve el que se pone en fiestas, en el caso de los chavales era más pequeño y lo estaban subiendo a mano, pero era lo suficientemente grande como para que se hiciesen daño si caía a plomo sobre alguno de ellos.
En la punta del mayo colgaron todas las camisetas que se acababan de quitar y se pusieron a levantarlo. En varios momentos pensé que se les caía encima y mi mujer y yo llegamos a plantearnos pedirles que parasen, pero por otro lado la escena nos estaba fascinando porque la “trastada” implicaba que todos colaborasen y realizasen algo de forma conjunta, coordinada y peligrosa.
Mientras lo intentaban, llegaron a colocarlo recto pero no se sujetaba bien, una madre y un padre fueron hacia el prado, mi mujer y yo pensábamos que les iba a caer una gran bronca, pero no fue así, la madre se quedo justo en el límite del parque y realizó unas fotos con el móvil, el otro padre fue hasta donde estaban los chavales y les explicó como tenían que hacerlo, por los gestos parece que el problema era algo relacionado con el hoyo donde tenía que reposar el tronco. Volvieron a intentarlo y esta vez sí que quedó fijo, chillaron y al rato lo volvieron a bajar, recogieron sus camisetas y se fueron corriendo a otro prado cercano donde hay un campo de fútbol.
La madre y el padre que se habían acercado, volvieron donde estaban en cuanto lo colocaron, una con una sonrisa y el otro con cara del que piensa que estos chavales de hoy en día son unos zoquetes.
El caso es que las familias permitieron realizar una tarea peligrosa, además les ayudaron con indicaciones, los animaron y se sintieron orgullosos de lo realizado.
Los chavales realizaron una tarea de comunidad imitando a sus mayores, que necesitaba unión, comunicación, fuerza, destreza, colaboración conjunta porque era peligrosa. No competían con nadie simplemente lo hacían por ellos mismos.
¿Tienen nuestros hijos urbanitas alguna referencia que imitar que se asemeje a esta acción comunitaria?.¿Habríamos permitido las familias urbanitas realizar algo como esto tan peligroso?. ¿Que valores van implícitos en esta acción tanto por parte de las familias como de los chavales?.
Mucho que aprender del mundo rural….